Se ha celebrado en Madrid, con gran éxito de participación, la Fiesta de la Sagrada Familia donde, como su nombre indica, la llamada a la consagración familiar como motivo de vida era algo más que un objetivo, tal vez una razón de ser. El Cardenal Arzobispo de Madrid, Monseñor Rouco, afirmó en su homilía que: "El derecho a la vida
del niño, todavía en el vientre de su madre –del "nasciturus"–, se ve lamentablemente suplantado en la conciencia moral de un sector cada vez más importante de la sociedad, y en la legislación que la acompaña y la estimula, por un supuesto derecho al aborto en los primeros meses del embarazo".
Hasta aquí estoy de acuerdo con Rouco, es más, no seré yo quien le lleve la contraria en este asunto, y esto es así porque soy de los que piensan que, efectivamente, el nasciturus es un ser vivo desde el mismo momento de la concepción, por lo que el aborto voluntario no es otra cosa sino la eliminación de un ser humano. Es más, creo que debería existir un movimiento que defendiera que nuestra edad real es a partir de ese mismo momento de la concepción, así seríamos más conscientes de que nuestra vida empieza justo nueve meses antes de lo que en realidad creemos.
No creo que el debate sobre el derecho a la vida del nasciturus tenga razón de ser porque, incluso hablando de ciencia, y no de religión ni convicciones morales, lo cierto es que la unión de un hombre con una mujer puede provocar un embarazo, y el embarazo es un periodo en el que una mujer tiene un ser vivo en su interior desde el primer momento, desde el primer segundo. Muchos pensarán que se trata solamente de una bolita minúscula inanimada, pero en realidad de lo que se trata es de uno de los hechos más grandes de la Naturaleza, puesto que esa supuesta bolita lo que contiene es una carga inimaginable de material genético de ambos progenitores, y de toda la estirpe de estos desde el principio de los tiempos.
Estoy de acuerdo con el derecho a la vida del no nato, y por ello no tengo inconveniente en hacerlo público. Pero con la misma fuerza que defiendo este planteamiento he de defender igualmente el derecho a la vida del ya nacido, del que ha sido parido, del que mira a su alrededor y descubre la parte del mundo en que le ha tocado vivir. Y cuando miro a mi alrededor no veo que tenga mucho problema si lo que quiero es defender el derecho a la vida del ya nacido blanco, o para ser más preciso, nacido de cualquier color pero en el Primer Mundo. Sin embargo, y aseguro que pongo mucha atención, no veo que la defensa del ya nacido negro, y en África, genere el mismo tipo de polémica que el no nacido blanco.
Supuestamente, el que defiende el aborto, a pesar de no reconocer la existencia ni derecho alguno del nuevo ser en los primeros meses del embarazo, no debería tener inconveniente para defender la vida del ya nacido. Y lo mismo pasa con el que está en contra del aborto. Pero he aquí que asistimos impasibles a una debacle, de proporciones apocalípticas, por la que cada día mueren miles y miles de ya nacidos africanos, sin que se tenga constancia de ningún enfrentamiento civil en los países avanzados entre los mismos que defienden y rechazan el derecho a la vida del no nacido.
El sufrimiento de África debería ser nuestro dolor, pero no es así. Unos clamamos contra una ley y otros la celebran, unos a favor y otros en contra del no nacido, a favor de la mujer dirían estos últimos, pero ni unos ni otros somos capaces de exigir al Gobierno una ley que defienda a los ya nacidos africanos, más que nada porque eso nos queda lejos. Abortar, en todo caso, es una responsabilidad de quien aborta, y también de quien lo consiente. Pero no hacer nada por los que han nacido, condenados a muerte por nuestra dejación, es una responsabilidad colectiva por la cual algún día la Historia nos pasará factura.
Benedicto XVI, en conexión en directo con la Fiesta de la Sagrada Familia, manifestó: "Este testimonio cristiano, sereno y firme, es el mejor que podemos dar a nuestros semejantes". Pues eso digo yo, demos ejemplo a nuestros semejantes, unámonos todos los ahora enfrentados y hagamos algo. O aunque no nos unamos, pero hagamos algo, porque del nasciturus blanco al niño negro no hay más que un parto.
lunes, 28 de diciembre de 2009
miércoles, 23 de diciembre de 2009
Los estados transitorios de la felicidad
Una desconocida amiga, lo cual puede venir a ser casi una paradoja, me ha felicitado la Navidad deseando que dicha felicidad no sea solamente un estado transitorio, sino más bien una forma premonitoria de recibir el acontecer que está por llegar.
No cabe ninguna duda de lo efímera que puede llegar a ser una felicitación de no ser porque el que la realiza, y el que la recibe, ambos dos, lleguen a una especie de acuerdo no hablado, ni escrito, sobre el deseo real de que esa circunstancia jovial del espíritu encuentre un camino más allá del contexto en que fue realizada. Así, mi desconocida amiga, sin duda me desea que estos días navideños compongan, con toda su ternura, el preludio de una felicidad duradera. Y lo acepto. Y admito que así sea. Y se lo agradezco, porque no debe haber sentimiento más puro que el que pretende tu felicidad sin conocerte.
Ahora bien, cuando me pongo trascendental empiezo a darle vueltas a las cosas y busco explicaciones más profundas sobre lo que, en este caso, puede ser un estado de ánimo conocido como felicidad, porque la felicidad como tal no existe, sino que hemos de ser nosotros mismos quienes le demos patente de existencia al acercarla o alejarla de nuestras vidas. Felicidad puede ser vivir bien, o tal vez mirar alrededor nuestro y ver que no estamos tan mal, o conocer a alguien que nos llena sin saber porqué, o incluso tener dinero, y si ha llegado de improviso dicen que la sensación es inenarrable. Felicidad puede que sea querer y saberse querido, vivir en un sitio que nos gusta o viajar sin tregua hasta desear el regreso a nuestras propias raíces. Incluso es posible que felicidad sea llevar una vida de escándalo y arramblar con todo lo que se mueva. No sé, nunca he conocido a nadie que sea verdaderamente feliz, no podría concretar. Puede que hasta yo mismo sea feliz y no lo sepa, porque ya no deseo, y eso, según los budistas y gente así, es la aproximación a uno mismo y de ahí al nirvana, que debe ser como un orgasmo cósmico prolongado a perpetuidad, aunque si no sé lo que es la felicidad menos todavía me voy a meter en camisas orientales de once varas.
Pero me pregunto, después de tanta divagación, si se puede ser feliz sabiendo que no se está haciendo absolutamente nada porque las cosas cambien, aunque sea minimamente. Porque hacer que las cosas cambien no es un imposible llamado utopía, sino que debería formar parte intrínseca de nuestro ser en tanto que humanos. Y las cosas que tienen que cambiar empiezan dentro de nosotros mismos, ya que de nada sirve lamentar lo lejano si nuestro yo cercano es deprimente con la naturaleza misma de nuestra razón de ser.
Yo no puedo ser feliz mientras un solo niño o adulto tenga que estar condenado cuando no debería ser así, ni puedo ser feliz cuando compruebo que transformamos el sufrimiento de los que sufren en molinos de viento y nos reímos de quien lucha contra ellos. No puedo ser feliz al ver que, un año más, nos damos al despilfarro del becerro de oro y cerramos nuestro corazón a intromisiones consideradas tan ilegítimas como incómodas. No puedo ser feliz cuando sé, porque lo he visto, que África llora. Y lloran también otros tantos en el mundo sin ser africanos, pero tocados del mismo mal.
La felicidad es algo extraño. Soy feliz porque una amiga desconocida me desea que sea feliz. Soy feliz por muchas cosas de mi vida que se supone dan felicidad. Y soy feliz porque, por fin, me he dado cuenta de lo estúpido que es ser feliz sin tener derecho a serlo. Más vale tarde que nunca. Debe tratarse de alguno de los estados transitorios de la felicidad.
No cabe ninguna duda de lo efímera que puede llegar a ser una felicitación de no ser porque el que la realiza, y el que la recibe, ambos dos, lleguen a una especie de acuerdo no hablado, ni escrito, sobre el deseo real de que esa circunstancia jovial del espíritu encuentre un camino más allá del contexto en que fue realizada. Así, mi desconocida amiga, sin duda me desea que estos días navideños compongan, con toda su ternura, el preludio de una felicidad duradera. Y lo acepto. Y admito que así sea. Y se lo agradezco, porque no debe haber sentimiento más puro que el que pretende tu felicidad sin conocerte.
Ahora bien, cuando me pongo trascendental empiezo a darle vueltas a las cosas y busco explicaciones más profundas sobre lo que, en este caso, puede ser un estado de ánimo conocido como felicidad, porque la felicidad como tal no existe, sino que hemos de ser nosotros mismos quienes le demos patente de existencia al acercarla o alejarla de nuestras vidas. Felicidad puede ser vivir bien, o tal vez mirar alrededor nuestro y ver que no estamos tan mal, o conocer a alguien que nos llena sin saber porqué, o incluso tener dinero, y si ha llegado de improviso dicen que la sensación es inenarrable. Felicidad puede que sea querer y saberse querido, vivir en un sitio que nos gusta o viajar sin tregua hasta desear el regreso a nuestras propias raíces. Incluso es posible que felicidad sea llevar una vida de escándalo y arramblar con todo lo que se mueva. No sé, nunca he conocido a nadie que sea verdaderamente feliz, no podría concretar. Puede que hasta yo mismo sea feliz y no lo sepa, porque ya no deseo, y eso, según los budistas y gente así, es la aproximación a uno mismo y de ahí al nirvana, que debe ser como un orgasmo cósmico prolongado a perpetuidad, aunque si no sé lo que es la felicidad menos todavía me voy a meter en camisas orientales de once varas.
Pero me pregunto, después de tanta divagación, si se puede ser feliz sabiendo que no se está haciendo absolutamente nada porque las cosas cambien, aunque sea minimamente. Porque hacer que las cosas cambien no es un imposible llamado utopía, sino que debería formar parte intrínseca de nuestro ser en tanto que humanos. Y las cosas que tienen que cambiar empiezan dentro de nosotros mismos, ya que de nada sirve lamentar lo lejano si nuestro yo cercano es deprimente con la naturaleza misma de nuestra razón de ser.
Yo no puedo ser feliz mientras un solo niño o adulto tenga que estar condenado cuando no debería ser así, ni puedo ser feliz cuando compruebo que transformamos el sufrimiento de los que sufren en molinos de viento y nos reímos de quien lucha contra ellos. No puedo ser feliz al ver que, un año más, nos damos al despilfarro del becerro de oro y cerramos nuestro corazón a intromisiones consideradas tan ilegítimas como incómodas. No puedo ser feliz cuando sé, porque lo he visto, que África llora. Y lloran también otros tantos en el mundo sin ser africanos, pero tocados del mismo mal.
La felicidad es algo extraño. Soy feliz porque una amiga desconocida me desea que sea feliz. Soy feliz por muchas cosas de mi vida que se supone dan felicidad. Y soy feliz porque, por fin, me he dado cuenta de lo estúpido que es ser feliz sin tener derecho a serlo. Más vale tarde que nunca. Debe tratarse de alguno de los estados transitorios de la felicidad.
domingo, 20 de diciembre de 2009
La insoportable levedad del ser... humano
Sábado 19 de diciembre de 2009. Una amiga me envía un sms: "Pon tele5". Como quiera que casualmente estaba cerca del mando a distancia del televisor hice caso a mi amiga y conecté Tele5, que en ese momento estaba retransmitiendo el programa La Noria con Jordi González como presentador. Se trataba de una entrevista al conocido presentador Jesús Vázquez y, en la primera parte de la misma, resaltaron su faceta de embajador de buena voluntad de ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados).
Evidentemente, nadie puede relatar mejor la desesperación que se vive en los campos de refugiados que aquellos que la han visto en directo, como es el caso de Jesús Vázquez. Y así, durante el desarrollo de esa parte de la entrevista, muchas personas pudieron recibir un mensaje claro y directo sobre la necesidad real de actuar cuando la realidad supera a la ficción.
Lamentablemente, mientras Jesús Vázquez estaba contando sus vivencias en lugares donde la vida se confunde con la muerte con facilidad insultante, los responsables del programa pasaban continuamente rótulos en pantalla anunciando que, a continuación, Belén Esteban iba a contar cómo le había cambiado la vida gracias a la cirugía estética. Y, por si fuera poco, también se daban paso a sms en los que, si bien algunos se solidarizaban con el mensaje de Vázquez, muchos de ellos lo que hacían era piropearlo diciendo lo "bueno que está".
Ambas actitudes, la de la cadena de televisión por su poca sensibilidad anunciando la entrevista a una vividora del cuento, mientras su entrevistado habla del dolor y la muerte, y la de algunos espectadores con sus mensajes inoportunos y fuera de lugar, nos demuestran que estamos a años luz de conseguir el objetivo supremo de la sensibilización, que no es otro que convencer a los afortunados y equivocados habitantes del Primer Mundo de la urgente e imperiosa necesidad de equilibrar un poco la situación con los más desfavorecidos.
En el momento en que escribo este artículo, casi podría escribir un libro sobre las reacciones negativas de muchas personas a las que se les ofrece el librito El Safari de la Vida y rechazan comprarlo por los motivos más peregrinos. Algunos se parapetan tras la crisis aludiendo que, en estos momentos, no pueden pagar cinco euros. Otros dicen no leer nunca. Otros que no merece la pena porque no se puede hacer nada. Otros son partidarios de que los africanos se busquen la vida y otros alegan que ya les ayudan el Gobierno y las instituciones internacionales. Y así hasta el infinito, con lo que no es de extrañar que Belén Esteban sea más importante que los miles de niños que mueren cada día, digo bien, mueren cada día víctimas de hambre, sed y enfermedades perfectamente curables. Y tampoco es de extrañar que algunas personas se fijen más en el mensajero que en el mensaje, anteponiendo lo "bueno que está" a lo bueno que es lo que está diciendo.
Afortunadamente, también se podría escribir otro libro con las reacciones positivas de otras muchas personas que sienten, que les duele el dolor ajeno, que no entienden por qué las cosas están como están y que quieren hacer algo para aliviar su impotencia, una impotencia sobrevenida por la dejación de los gobiernos del mundo y por la triste cultura de la insoportable levedad del ser... humano.
Evidentemente, nadie puede relatar mejor la desesperación que se vive en los campos de refugiados que aquellos que la han visto en directo, como es el caso de Jesús Vázquez. Y así, durante el desarrollo de esa parte de la entrevista, muchas personas pudieron recibir un mensaje claro y directo sobre la necesidad real de actuar cuando la realidad supera a la ficción.
Lamentablemente, mientras Jesús Vázquez estaba contando sus vivencias en lugares donde la vida se confunde con la muerte con facilidad insultante, los responsables del programa pasaban continuamente rótulos en pantalla anunciando que, a continuación, Belén Esteban iba a contar cómo le había cambiado la vida gracias a la cirugía estética. Y, por si fuera poco, también se daban paso a sms en los que, si bien algunos se solidarizaban con el mensaje de Vázquez, muchos de ellos lo que hacían era piropearlo diciendo lo "bueno que está".
Ambas actitudes, la de la cadena de televisión por su poca sensibilidad anunciando la entrevista a una vividora del cuento, mientras su entrevistado habla del dolor y la muerte, y la de algunos espectadores con sus mensajes inoportunos y fuera de lugar, nos demuestran que estamos a años luz de conseguir el objetivo supremo de la sensibilización, que no es otro que convencer a los afortunados y equivocados habitantes del Primer Mundo de la urgente e imperiosa necesidad de equilibrar un poco la situación con los más desfavorecidos.
En el momento en que escribo este artículo, casi podría escribir un libro sobre las reacciones negativas de muchas personas a las que se les ofrece el librito El Safari de la Vida y rechazan comprarlo por los motivos más peregrinos. Algunos se parapetan tras la crisis aludiendo que, en estos momentos, no pueden pagar cinco euros. Otros dicen no leer nunca. Otros que no merece la pena porque no se puede hacer nada. Otros son partidarios de que los africanos se busquen la vida y otros alegan que ya les ayudan el Gobierno y las instituciones internacionales. Y así hasta el infinito, con lo que no es de extrañar que Belén Esteban sea más importante que los miles de niños que mueren cada día, digo bien, mueren cada día víctimas de hambre, sed y enfermedades perfectamente curables. Y tampoco es de extrañar que algunas personas se fijen más en el mensajero que en el mensaje, anteponiendo lo "bueno que está" a lo bueno que es lo que está diciendo.
Afortunadamente, también se podría escribir otro libro con las reacciones positivas de otras muchas personas que sienten, que les duele el dolor ajeno, que no entienden por qué las cosas están como están y que quieren hacer algo para aliviar su impotencia, una impotencia sobrevenida por la dejación de los gobiernos del mundo y por la triste cultura de la insoportable levedad del ser... humano.
miércoles, 16 de diciembre de 2009
Sobre lo incomprensible
Hace tiempo, en una visita a Addis Abeba, la capital de Etiopía, recordé un magnífico reportaje publicado en El País Semanal por Jaime López, con unas también magníficas fotografías de Tomás Abella. El reportaje se titulaba “El milagro del agua”, y narraba el increíble cambio que puede suponer en las personas el hecho de disponer de una fuente de agua en un entorno que no diste de su aldea más de unos pocos kilómetros. El hecho de tener que ir andando cada día las mujeres a por agua (porque casi siempre son ellas), tardar dos horas en llegar, gastar una más en hacer cola y otras dos horas en regresar hace que sea inimaginable el acceso a ningún tipo de educación, por no mencionar otro tipo de males derivados. Un simple pozo de agua potable a media hora de su casa modificaría todo el esquema organizativo de vida.
Pero no es sólo el problema de la distancia contra el que hay que luchar, las sequías crónicas e intensas hacen que la vida allí sea un milagro constante a pesar de que, como menciona en el reportaje el señor Korei, funcionario del Ministerio de Recursos Hídricos etíope, "ni siquiera estas sequías explican la dificultad de la población para acceder al agua potable. La cantidad de aguas subterráneas y en superficie es suficiente para suministrar agua potable a toda Etiopía. Lo que pasa es que sólo se aprovecha el 2,5% de ella". El autor del reportaje hace hincapié en que esas aguas de superficie incluyen el 86% del caudal del Nilo, el río más largo del planeta y que, incomprensiblemente, riega el quinto país más pobre del mundo.
¿Alguien puede explicarse por qué, habiendo el agua que hay, nadie hace nada por remediar tecnológicamente el problema y se sigue permitiendo que mueran por inanición miles y miles de personas y que otras tantas vivan en condiciones infrahumanas? ¿Tan complicado es realizar canalizaciones del Nilo para abastecer a la población y regar los cultivos impidiendo los efectos de las grandes sequías? ¿Tan difícil es hacer una política de localización de aguas subterráneas y perforación de pozos para solucionar el problema del día a día de millones de personas? Sin ir más lejos, yo conozco en España varias personas que son capaces de encontrar agua con un par de palitos en la mano o con un simple péndulo, y no se suelen equivocar, es decir, que no hace falta una inversión millonaria en sofisticados equipos tecnológicos para empezar a solucionar el gran problema de Etiopía. Y si de lo que se trata es de averiguar dónde está el agua del Nilo, hasta yo sería capaz de hacerlo sin palitos, ni péndulo ni nada, porque cada vez que he estado junto a él me he quedado impresionado por su majestuosidad, es decir, que no es un pequeño riachuelo que pase desapercibido.
Lo más curioso de este triste asunto del agua es que en África, en todo África, hay tanta abundancia de agua que, a poco que se empeñen, podrían hacer trasvases a la zona sur de España. Sin embargo los africanos se ven abocados a padecer las lamentables consecuencias de su escasez, de no poder abrir el grifo y ver que el agua que tienen de sobra fluye porque, para colmo, si es que fluye no es potable, fruto también de una nefasta, o más bien inexistente política de gestión de recursos hídricos. ¿Cómo es posible que el continente sea tremendamente rico en ríos super caudalosos y nadie, digo nadie, haga por utilizar los miles de millones de litros de agua dulce que van al mar en beneficio de los que tanto la necesitan? Y eso por no mencionar los meses continuos de lluvias torrenciales que, de guardarla, dejarían agua suficiente como para aborrecer su ingesta.
La búsqueda de culpables africanos en realidad no entrañaría mucho problema, conozco personalmente tantos ministros que no saben dónde tienen su mano derecha que difícilmente serían capaces de encontrar soluciones aunque las tuvieran delante de las narices. Por supuesto, también conozco a algunos jefes de esos ministros que, por motivos que escapan a mi humana comprensión, no entienden, o no quieren entender, que si sus ministros son incompetentes deben cambiarlos y, de paso, irse con ellos por mantenerlos en el puesto sin resultados patentes, excepto en su cuenta corriente (la de ambos). Y conozco técnicos africanos, muchísimos, que ya perdieron toda esperanza de ser escuchados para aportar sus soluciones basadas en la ciencia que sus Estados les mandaron estudiar para nada.
Pero si culpables son los políticos africanos de no ser capaces de aprovechar sus propios recursos, no menos culpables son los políticos europeos, España incluida, que continúan entregando cantidades ingentes de inútiles prebendas que se pierden en los pozos sin fondo de aquellos que, sin escrúpulo alguno, no pierden el sueño viendo morir a su gente mientras ellos se bañan en las cristalinas aguas del dinero de Europa. Y por si fuera poco ahora, además, vamos a ir preparando unos cuantos miles de millones de euros para que los países pobres se adapten ante la amenaza del cambio climático. ¿Alguien cree que esos fondos se van a utilizar para lo que en principio, y con buena e inocente fe son destinados?
África no necesitaría ayuda exterior si fuera capaz de utilizar sus recursos, pero para eso hace falta que alguien diga basta y que no se deje atemorizar por las voces que se levanten con acusaciones de neocolonialismo. Un país europeo, por ejemplo España, y sobre todo ahora que tiene de presidente a José Luis Rodríguez Zapatero, un hombre con muchos errores pero con un indiscutible sentido de la cooperación, puede dejarse caer en dos o tres países africanos al mismo tiempo y transformarlos de arriba abajo en un plazo de tiempo tan corto que resultaría insultante el no haberlo hecho antes. Y si España hace eso, y cada país de la Unión Europea hiciera lo mismo, y de paso convencemos a Obama de que a sus compatriotas por parte de padre hay que hacerles el trabajo en lugar de dárselo para que lo hagan ellos, entonces habremos acabado con el problema de África de una vez por todas. Esto es así de simple. No hay trampa ni cartón, sólo sentido común.
En todo caso, no lo olvidemos, encontrar soluciones para África pasa por conocer el terreno y saber lo que se necesita y cómo se necesita. Los Gobiernos del Primer Mundo creen que los parámetros por los que se mide África son los mismos que los de Europa o Estados Unidos, y digo esto porque, a la vista de lo que están haciendo desde hace décadas, han de tener esa distorsión de la realidad muy metida en la cabeza. Resulta curioso que, cuando estás en África, las cosas se pueden hacer por muy poco dinero, pero cuando ves los proyectos que se presentan en Bruselas para hacer en África te puedes echar a temblar por lo elevado de los mismos. Tanto es así que con la diferencia entre lo que la Unión Europea cree que cuestan las cosas en África, y paga por ello, y la realidad de lo que verdaderamente cuestan, se podrían hacer tantos pozos de agua o conducciones y trasvases como para dar por solventado el problema a nivel continental.
Tristemente ridículo, pero cierto, y sobre todo incomprensible.
Pero no es sólo el problema de la distancia contra el que hay que luchar, las sequías crónicas e intensas hacen que la vida allí sea un milagro constante a pesar de que, como menciona en el reportaje el señor Korei, funcionario del Ministerio de Recursos Hídricos etíope, "ni siquiera estas sequías explican la dificultad de la población para acceder al agua potable. La cantidad de aguas subterráneas y en superficie es suficiente para suministrar agua potable a toda Etiopía. Lo que pasa es que sólo se aprovecha el 2,5% de ella". El autor del reportaje hace hincapié en que esas aguas de superficie incluyen el 86% del caudal del Nilo, el río más largo del planeta y que, incomprensiblemente, riega el quinto país más pobre del mundo.
¿Alguien puede explicarse por qué, habiendo el agua que hay, nadie hace nada por remediar tecnológicamente el problema y se sigue permitiendo que mueran por inanición miles y miles de personas y que otras tantas vivan en condiciones infrahumanas? ¿Tan complicado es realizar canalizaciones del Nilo para abastecer a la población y regar los cultivos impidiendo los efectos de las grandes sequías? ¿Tan difícil es hacer una política de localización de aguas subterráneas y perforación de pozos para solucionar el problema del día a día de millones de personas? Sin ir más lejos, yo conozco en España varias personas que son capaces de encontrar agua con un par de palitos en la mano o con un simple péndulo, y no se suelen equivocar, es decir, que no hace falta una inversión millonaria en sofisticados equipos tecnológicos para empezar a solucionar el gran problema de Etiopía. Y si de lo que se trata es de averiguar dónde está el agua del Nilo, hasta yo sería capaz de hacerlo sin palitos, ni péndulo ni nada, porque cada vez que he estado junto a él me he quedado impresionado por su majestuosidad, es decir, que no es un pequeño riachuelo que pase desapercibido.
Lo más curioso de este triste asunto del agua es que en África, en todo África, hay tanta abundancia de agua que, a poco que se empeñen, podrían hacer trasvases a la zona sur de España. Sin embargo los africanos se ven abocados a padecer las lamentables consecuencias de su escasez, de no poder abrir el grifo y ver que el agua que tienen de sobra fluye porque, para colmo, si es que fluye no es potable, fruto también de una nefasta, o más bien inexistente política de gestión de recursos hídricos. ¿Cómo es posible que el continente sea tremendamente rico en ríos super caudalosos y nadie, digo nadie, haga por utilizar los miles de millones de litros de agua dulce que van al mar en beneficio de los que tanto la necesitan? Y eso por no mencionar los meses continuos de lluvias torrenciales que, de guardarla, dejarían agua suficiente como para aborrecer su ingesta.
La búsqueda de culpables africanos en realidad no entrañaría mucho problema, conozco personalmente tantos ministros que no saben dónde tienen su mano derecha que difícilmente serían capaces de encontrar soluciones aunque las tuvieran delante de las narices. Por supuesto, también conozco a algunos jefes de esos ministros que, por motivos que escapan a mi humana comprensión, no entienden, o no quieren entender, que si sus ministros son incompetentes deben cambiarlos y, de paso, irse con ellos por mantenerlos en el puesto sin resultados patentes, excepto en su cuenta corriente (la de ambos). Y conozco técnicos africanos, muchísimos, que ya perdieron toda esperanza de ser escuchados para aportar sus soluciones basadas en la ciencia que sus Estados les mandaron estudiar para nada.
Pero si culpables son los políticos africanos de no ser capaces de aprovechar sus propios recursos, no menos culpables son los políticos europeos, España incluida, que continúan entregando cantidades ingentes de inútiles prebendas que se pierden en los pozos sin fondo de aquellos que, sin escrúpulo alguno, no pierden el sueño viendo morir a su gente mientras ellos se bañan en las cristalinas aguas del dinero de Europa. Y por si fuera poco ahora, además, vamos a ir preparando unos cuantos miles de millones de euros para que los países pobres se adapten ante la amenaza del cambio climático. ¿Alguien cree que esos fondos se van a utilizar para lo que en principio, y con buena e inocente fe son destinados?
África no necesitaría ayuda exterior si fuera capaz de utilizar sus recursos, pero para eso hace falta que alguien diga basta y que no se deje atemorizar por las voces que se levanten con acusaciones de neocolonialismo. Un país europeo, por ejemplo España, y sobre todo ahora que tiene de presidente a José Luis Rodríguez Zapatero, un hombre con muchos errores pero con un indiscutible sentido de la cooperación, puede dejarse caer en dos o tres países africanos al mismo tiempo y transformarlos de arriba abajo en un plazo de tiempo tan corto que resultaría insultante el no haberlo hecho antes. Y si España hace eso, y cada país de la Unión Europea hiciera lo mismo, y de paso convencemos a Obama de que a sus compatriotas por parte de padre hay que hacerles el trabajo en lugar de dárselo para que lo hagan ellos, entonces habremos acabado con el problema de África de una vez por todas. Esto es así de simple. No hay trampa ni cartón, sólo sentido común.
En todo caso, no lo olvidemos, encontrar soluciones para África pasa por conocer el terreno y saber lo que se necesita y cómo se necesita. Los Gobiernos del Primer Mundo creen que los parámetros por los que se mide África son los mismos que los de Europa o Estados Unidos, y digo esto porque, a la vista de lo que están haciendo desde hace décadas, han de tener esa distorsión de la realidad muy metida en la cabeza. Resulta curioso que, cuando estás en África, las cosas se pueden hacer por muy poco dinero, pero cuando ves los proyectos que se presentan en Bruselas para hacer en África te puedes echar a temblar por lo elevado de los mismos. Tanto es así que con la diferencia entre lo que la Unión Europea cree que cuestan las cosas en África, y paga por ello, y la realidad de lo que verdaderamente cuestan, se podrían hacer tantos pozos de agua o conducciones y trasvases como para dar por solventado el problema a nivel continental.
Tristemente ridículo, pero cierto, y sobre todo incomprensible.
domingo, 13 de diciembre de 2009
El Test de la Muerte
Hay una empresa que ha tenido una idea verdaderamente original y que está haciendo furor en la red, se llama El Test de la Muerte, (www.test-de-la-muerte.com) y su razón de ser es darnos una fecha aproximada del año de nuestra muerte tras hacer un sencillo test de 10 preguntas. Cuando haces el test puedes ver una lápida donde se escribe tu nombre y fecha de nacimiento, mientras que para tu supuesta fecha de defunción los números van corriendo sin parar hasta que no pagues, naturalmente, ya todos sabemos, por vía de película de vaqueros, que "la muerte tiene un precio".
Las preguntas no son difíciles y, como el propio nombre de la empresa indica, se responden tipo test marcando alguna de las casillas con algunas opciones de respuesta posibles. "¿Cuál es tu peso y altura? ¿Con qué frecuencia haces ejercicio? ¿Cómo calificas tu día a día en lo que a estrés se refiere? ¿Cuántas horas duermes habitualmente? ¿Con qué frecuencia haces controles médicos de salud? ¿Fumas? ¿Cuántas bebidas alcohólicas tomas por día? ¿Cuántos de tus familiares directos tienen o tuvieron enfermedades cardiacas? ¿Desayunas con regularidad? ¿Tú o alguien de tu familia ha sufrido de depresión?".
Con solo contestar a estas preguntas, y tras pagar con sms, podremos saber cuántos años nos quedan de vida y qué hemos de hacer al respecto, aunque para que nadie se llame a error, no sea que se gaste lo poco que le quede en una juerga romana y luego no se muera, la empresa responsable de la web comunica que: "Los resultados se calculan de acuerdo con un algoritmo aplicado a las respuestas del usuario y no constituyen una base científica". Esto me parece fenomenal que lo adviertan para evitar malos entendidos y mosqueos innecesarios.
Por otra parte, una empresa diferente, The Last Email (www.thelastemail.com), se anuncia como depositaria del último email que enviaremos una vez que ya estemos muertos, es decir, que si contratamos su servicio ellos guardarán nuestro último email (con fotos, música, vídeos o cualquier cosa virtual que se nos ocurra) y lo enviarán a las direcciones que hemos dado de antemano (por supuesto, porque si estamos muertos no les podemos dar nada).
En la sección "preguntas" de su web podemos leer: "¿Por qué debería subscribirme a este servicio?", a lo que ellos responden: "El Ultimo Email es el único servicio online y seguro que permite guardar sus "pensamientos" y "últimas palabras" para las personas que ama, sabiendo que serán enviados solamente después de su muerte. Es mucho más eficiente, práctico, personal y flexible que escribir una carta y dejarla con su abogado como parte de su testamento. El Ultimo Email le permite dejar un último email personalizado para aquellos que se quedan atrás...".
Más adelante la empresa nos recuerda que "Como todo servicio web, le permite que sus emails sean editados, alterados o eliminados a cualquier hora (24/7), desde cualquier parte del mundo, manteniendo su contenido totalmente actualizado. Todo lo que usted necesita es conectarse a Internet". Esto es muy importante porque, dependiendo de las copas que uno se ha podido tomar cuando está de viaje en cualquier lugar del mundo, simplemente accediendo a Internet nos garantizamos que, a nuestra muerte, los que se queden se van a enterar de lo que de verdad pensábamos de ellos.
Finalmente, la empresa añade: "El servicio de El Ultimo Email no substituye a su testamento. Es simplemente una manera de expresar sus sentimientos para sus seres queridos después de su marcha. Una pequeña cantidad es cobrada anualmente para poder garantizar la continuidad y calidad de nuestro servicio". Al contrario que la primera empresa que nos da la fecha de nuestra muerte y no le importa cuando sea porque ya les hemos pagado, esta otra procurará desearnos lo mejor porque, como es evidente, al cobrarnos por años les interesa que vivamos cuantos más mejor.
Cualquiera de estas dos ideas me parecen muy buenas, la primera porque incita nuestro morbo y la segunda porque ofrece un servicio verdaderamente novedoso cuya exclusiva hasta ahora sólo tenían los notarios, a los que también podemos dejar un sobre con nuestras voluntades póstumas que nada tengan que ver con el testamento.
Sin embargo, y ya que este blog trata de temas africanos, no deja de resultarme curioso que seamos capaces de gastarnos el dinero, poco o mucho, eso no importa, aunque sean nada más que unos céntimos, en dejar que una máquina nos calcule el año de nuestra muerte con la misma base científica que podría tener, por ejemplo, un mandril con un bolígrafo y un calendario en la mano. Seríamos capaces de hacer el "Test de la Muerte" para los miles de niños, niñas y adultos africanos que mueren cada día por inanición o por enfermedades de fácil curación? ¿Qué nos responderían si les preguntásemos las mismas cuestiones del Test? ¿Qué interés podría despertar en ellos semejante cuestionario cuando ya no recuerdan la última vez que se llevaron algo sólido, o líquido, a la boca? Tal vez en lo que sí estarían de acuerdo es en saber la fecha de su muerte, pero no el año, sino el día y la hora, porque vivir como viven muchos de ellos es igual que morir en vida, por lo que, si es que se ha de morir, mejor morir en muerte, que se sufre menos.
Lo que sí que creo necesitarían aquellos cuya vida pende de un hilo, son los servicios de la segunda empresa, la de El Último Email, porque si de lo que se trata es de dejar un mensaje para la posteridad nadie mejor que ellos para recordarnos, desde el otro mundo, que pudimos hacer algo para evitar su muerte y no quisimos, o los ignoramos, que es peor que no querer. Y sería éste un email que nos acompañaría el resto de nuestras vidas (si es que la máquina de la primera empresa nos permite que sea larga), y martillearía nuestras cabezas al mostrarnos nuestra verdadera cara, la de personas que creen estar por encima del bien y del mal, cargadas de exigencias sobre nuestros derechos adquiridos e impasibles ante tamaño y descomunal genocidio diario.
Yo prefiero que la muerte me sorprenda, lo veo como más interesante. Y también prefiero no tener nada que decir una vez muerto, si es que en vida no fui capaz de hacerme entender y conseguir remover las conciencias lo suficiente como para pasar a la acción.
Las preguntas no son difíciles y, como el propio nombre de la empresa indica, se responden tipo test marcando alguna de las casillas con algunas opciones de respuesta posibles. "¿Cuál es tu peso y altura? ¿Con qué frecuencia haces ejercicio? ¿Cómo calificas tu día a día en lo que a estrés se refiere? ¿Cuántas horas duermes habitualmente? ¿Con qué frecuencia haces controles médicos de salud? ¿Fumas? ¿Cuántas bebidas alcohólicas tomas por día? ¿Cuántos de tus familiares directos tienen o tuvieron enfermedades cardiacas? ¿Desayunas con regularidad? ¿Tú o alguien de tu familia ha sufrido de depresión?".
Con solo contestar a estas preguntas, y tras pagar con sms, podremos saber cuántos años nos quedan de vida y qué hemos de hacer al respecto, aunque para que nadie se llame a error, no sea que se gaste lo poco que le quede en una juerga romana y luego no se muera, la empresa responsable de la web comunica que: "Los resultados se calculan de acuerdo con un algoritmo aplicado a las respuestas del usuario y no constituyen una base científica". Esto me parece fenomenal que lo adviertan para evitar malos entendidos y mosqueos innecesarios.
Por otra parte, una empresa diferente, The Last Email (www.thelastemail.com), se anuncia como depositaria del último email que enviaremos una vez que ya estemos muertos, es decir, que si contratamos su servicio ellos guardarán nuestro último email (con fotos, música, vídeos o cualquier cosa virtual que se nos ocurra) y lo enviarán a las direcciones que hemos dado de antemano (por supuesto, porque si estamos muertos no les podemos dar nada).
En la sección "preguntas" de su web podemos leer: "¿Por qué debería subscribirme a este servicio?", a lo que ellos responden: "El Ultimo Email es el único servicio online y seguro que permite guardar sus "pensamientos" y "últimas palabras" para las personas que ama, sabiendo que serán enviados solamente después de su muerte. Es mucho más eficiente, práctico, personal y flexible que escribir una carta y dejarla con su abogado como parte de su testamento. El Ultimo Email le permite dejar un último email personalizado para aquellos que se quedan atrás...".
Más adelante la empresa nos recuerda que "Como todo servicio web, le permite que sus emails sean editados, alterados o eliminados a cualquier hora (24/7), desde cualquier parte del mundo, manteniendo su contenido totalmente actualizado. Todo lo que usted necesita es conectarse a Internet". Esto es muy importante porque, dependiendo de las copas que uno se ha podido tomar cuando está de viaje en cualquier lugar del mundo, simplemente accediendo a Internet nos garantizamos que, a nuestra muerte, los que se queden se van a enterar de lo que de verdad pensábamos de ellos.
Finalmente, la empresa añade: "El servicio de El Ultimo Email no substituye a su testamento. Es simplemente una manera de expresar sus sentimientos para sus seres queridos después de su marcha. Una pequeña cantidad es cobrada anualmente para poder garantizar la continuidad y calidad de nuestro servicio". Al contrario que la primera empresa que nos da la fecha de nuestra muerte y no le importa cuando sea porque ya les hemos pagado, esta otra procurará desearnos lo mejor porque, como es evidente, al cobrarnos por años les interesa que vivamos cuantos más mejor.
Cualquiera de estas dos ideas me parecen muy buenas, la primera porque incita nuestro morbo y la segunda porque ofrece un servicio verdaderamente novedoso cuya exclusiva hasta ahora sólo tenían los notarios, a los que también podemos dejar un sobre con nuestras voluntades póstumas que nada tengan que ver con el testamento.
Sin embargo, y ya que este blog trata de temas africanos, no deja de resultarme curioso que seamos capaces de gastarnos el dinero, poco o mucho, eso no importa, aunque sean nada más que unos céntimos, en dejar que una máquina nos calcule el año de nuestra muerte con la misma base científica que podría tener, por ejemplo, un mandril con un bolígrafo y un calendario en la mano. Seríamos capaces de hacer el "Test de la Muerte" para los miles de niños, niñas y adultos africanos que mueren cada día por inanición o por enfermedades de fácil curación? ¿Qué nos responderían si les preguntásemos las mismas cuestiones del Test? ¿Qué interés podría despertar en ellos semejante cuestionario cuando ya no recuerdan la última vez que se llevaron algo sólido, o líquido, a la boca? Tal vez en lo que sí estarían de acuerdo es en saber la fecha de su muerte, pero no el año, sino el día y la hora, porque vivir como viven muchos de ellos es igual que morir en vida, por lo que, si es que se ha de morir, mejor morir en muerte, que se sufre menos.
Lo que sí que creo necesitarían aquellos cuya vida pende de un hilo, son los servicios de la segunda empresa, la de El Último Email, porque si de lo que se trata es de dejar un mensaje para la posteridad nadie mejor que ellos para recordarnos, desde el otro mundo, que pudimos hacer algo para evitar su muerte y no quisimos, o los ignoramos, que es peor que no querer. Y sería éste un email que nos acompañaría el resto de nuestras vidas (si es que la máquina de la primera empresa nos permite que sea larga), y martillearía nuestras cabezas al mostrarnos nuestra verdadera cara, la de personas que creen estar por encima del bien y del mal, cargadas de exigencias sobre nuestros derechos adquiridos e impasibles ante tamaño y descomunal genocidio diario.
Yo prefiero que la muerte me sorprenda, lo veo como más interesante. Y también prefiero no tener nada que decir una vez muerto, si es que en vida no fui capaz de hacerme entender y conseguir remover las conciencias lo suficiente como para pasar a la acción.
domingo, 6 de diciembre de 2009
Tupperware y TaperSex, ¿por qué no TaperÁfrica?
En 1948 tuvo lugar en un hogar la primera demostración de la ahora conocida marca de productos Tupperware (www.tupperware.es), unos recipientes de plástico que se cierran herméticamente y conservan los alimentos durante más tiempo. Estas demostraciones en las casas resultaron ser mucho más productivas que la venta en comercios, porque era necesaria una buena explicación que concienciase a las entonces amas de casa (hoy también amos), de las excelencias de los productos Tupperware.
Con el tiempo estos productos también están presentes en los establecimientos comerciales, pero su sistema de venta estrella por demostración sigue totalmente vigente en millones de hogares, tanto que en su web la empresa asegura que ¡¡cada dos segundos se realiza una Demostración Tupperware en el mundo!!
Sólo en España, donde la empresa está presente desde 1966, existen 5.000 "Demostradoras Tupperware" que se encargan de vender los productos, con lo que nos podemos hacer una pequeña idea del potencial de venta que puede llegar a generar el sistema.
Como quiera que en castellano la marca Tupperware se adaptó a nuestra forma coloquial de hablar (así somos los españoles), en poco tiempo pasó a ser conocida como "Taper", y con el advenimiento de los chinos, que lo copian todo, cualquier recipiente de plástico que sirva para conservar los alimentos, aunque estos se pudran por la mala calidad de dicho recipiente, también tenemos por costumbre llamarle "Taper". Es más, nunca he oído a nadie referirse a ellos como "voy a los chinos a comprar recipientes herméticos de plástico", sino más bien "voy a los chinos a comprar unos taper".
Aprovechándose de la denominación coloquial de la marca Tupperware, ahora Taper, y sobre todo de su sistema de ventas por demostración, otra empresa española, al parecer con notable éxito, pensó que igualmente hay artículos para las amas de casa (y los amos), que necesitan una buena explicación sobre sus propiedades y que, al mismo tiempo, requieren algo de intimidad para su compra y, a partir de ahora, un buen grado de complicidad. Esta empresa, que en España se llama Tapersex,aunque posiblemente su alcance también sea mundial (www.tapersex.es)se dedica a vender "juguetes" sexuales con el sistema de venta por demostración en los hogares, organizando reuniones con varias amigas que reciben convenientemente explicaciones sobre los ilimitados usos y resultados de consoladores y otros elementos por el estilo. Evidentemente, esto ha significado un gran salto cualitativo para los chinos, que son los que fabrican dichos artículos, porque así ya no tienen que esperar en sus tiendas a que vengan los clientes (como pasa con los taper), sino que son los propios clientes los que se los venden unos a otros en la inviolable intimidad de sus domicilios.
Llegados a este punto, donde hemos comprobado que el sistema de ventas por demostración parece tener más que comprobada su utilidad, quisiera plantear una nueva "empresa" que se denominase "TaperÁfrica", a través de la cual nos dedicásemos a organizar reuniones en nuestros hogares buscando dar a los asistentes las mejores explicaciones sobre el continente negro y todo lo que encierra. Claro que, si finalmente decidiéramos hacer esta empresa, tendríamos que pensar cual de las dos opciones nos convendría más, si la de emprenderla con un evidente objetivo crematístico o, por el contrario, con la solidaridad como telón de fondo.
En el primer caso haríamos una mezcla de Tupperware y Tapersex cuyo resultado nos proporcionaría, por un lado, unos magníficos beneficios mentales al ser herméticos ante lo que pasa cada día en África y no dejar que el olor de la muerte injusta y evitable inunde nuestras vidas y, por otro, podríamos plantearnos viajes charter para hacer turismo sexual con personas que están tan desesperadas que no tendrían inconveniente en "jugar" sexualmente con nosotros a cambio de un mínimo estipendio.
En cambio, si adoptamos la opción de la solidaridad en nuestra nueva visión TaperÁfrica, veremos que reunirnos en casa con amigos y amigas para hablar de África e intentar buscar soluciones (aunque nos parezcan mínimas), nos llevará a un punto de partida en nuestras vidas que tal vez habíamos olvidado, y es que vinimos al mundo para "ser humanos", y saber que estamos asistiendo a un genocidio masivo por dejación no solamente nos aleja de nuestra condición de humanos, sino que nos asimila con la peor de las bestias.
Fuera de ironías con la cuestión "taper", lo cierto es que no sé si seremos capaces de reunirnos en nuestras casas para intentar gestionar, de una manera coherente, nuestra aportación a los que nos necesitan con urgencia vital, pero lo que no debemos olvidar es que cada dos segundos en el mundo se celebra una demostración de Tupperware para aprender a conservar mejor nuestros alimentos, y no parecen existir datos estadísticos de cada cuántos segundos se celebra una de Tapersex para aprender a disfrutar del sexo. Sin embargo sí sabemos que en África cada ¡¡tres segundos!! muere un niño, o un adulto, qué importa, y lo hace sin necesidad de haber comprado recipientes protectores de alimentos porque, de lo que ha muerto, es precisamente de la ausencia de éstos. Y mueren tantos porque, en la búsqueda de una mínima posibilidad de supervivencia de la estirpe de cada familia, no tienen más remedio que reproducirse indiscriminadamente, nada más lejos de los placeres sexuales.
Por lo que más quieras, empieza hoy mismo a organizar tus propias reuniones de TaperÁfrica, o como demonios le quieras llamar, pero haz algo, el Universo te contempla.
*Quiero aclarar que no tengo nada contra estas dos empresas ni he querido manifestar en este artículo una opinión desfavorable hacia ellas, de hecho de la primera soy cliente desde hace años y de la segunda estoy viendo cómo hacerme. Simplemente las he tomado de ejemplo porque su sistema de ventas resultaría enriquecedor si lo incluimos en nuestras vidas para promocionar la ayuda urgente a África.
Con el tiempo estos productos también están presentes en los establecimientos comerciales, pero su sistema de venta estrella por demostración sigue totalmente vigente en millones de hogares, tanto que en su web la empresa asegura que ¡¡cada dos segundos se realiza una Demostración Tupperware en el mundo!!
Sólo en España, donde la empresa está presente desde 1966, existen 5.000 "Demostradoras Tupperware" que se encargan de vender los productos, con lo que nos podemos hacer una pequeña idea del potencial de venta que puede llegar a generar el sistema.
Como quiera que en castellano la marca Tupperware se adaptó a nuestra forma coloquial de hablar (así somos los españoles), en poco tiempo pasó a ser conocida como "Taper", y con el advenimiento de los chinos, que lo copian todo, cualquier recipiente de plástico que sirva para conservar los alimentos, aunque estos se pudran por la mala calidad de dicho recipiente, también tenemos por costumbre llamarle "Taper". Es más, nunca he oído a nadie referirse a ellos como "voy a los chinos a comprar recipientes herméticos de plástico", sino más bien "voy a los chinos a comprar unos taper".
Aprovechándose de la denominación coloquial de la marca Tupperware, ahora Taper, y sobre todo de su sistema de ventas por demostración, otra empresa española, al parecer con notable éxito, pensó que igualmente hay artículos para las amas de casa (y los amos), que necesitan una buena explicación sobre sus propiedades y que, al mismo tiempo, requieren algo de intimidad para su compra y, a partir de ahora, un buen grado de complicidad. Esta empresa, que en España se llama Tapersex,aunque posiblemente su alcance también sea mundial (www.tapersex.es)se dedica a vender "juguetes" sexuales con el sistema de venta por demostración en los hogares, organizando reuniones con varias amigas que reciben convenientemente explicaciones sobre los ilimitados usos y resultados de consoladores y otros elementos por el estilo. Evidentemente, esto ha significado un gran salto cualitativo para los chinos, que son los que fabrican dichos artículos, porque así ya no tienen que esperar en sus tiendas a que vengan los clientes (como pasa con los taper), sino que son los propios clientes los que se los venden unos a otros en la inviolable intimidad de sus domicilios.
Llegados a este punto, donde hemos comprobado que el sistema de ventas por demostración parece tener más que comprobada su utilidad, quisiera plantear una nueva "empresa" que se denominase "TaperÁfrica", a través de la cual nos dedicásemos a organizar reuniones en nuestros hogares buscando dar a los asistentes las mejores explicaciones sobre el continente negro y todo lo que encierra. Claro que, si finalmente decidiéramos hacer esta empresa, tendríamos que pensar cual de las dos opciones nos convendría más, si la de emprenderla con un evidente objetivo crematístico o, por el contrario, con la solidaridad como telón de fondo.
En el primer caso haríamos una mezcla de Tupperware y Tapersex cuyo resultado nos proporcionaría, por un lado, unos magníficos beneficios mentales al ser herméticos ante lo que pasa cada día en África y no dejar que el olor de la muerte injusta y evitable inunde nuestras vidas y, por otro, podríamos plantearnos viajes charter para hacer turismo sexual con personas que están tan desesperadas que no tendrían inconveniente en "jugar" sexualmente con nosotros a cambio de un mínimo estipendio.
En cambio, si adoptamos la opción de la solidaridad en nuestra nueva visión TaperÁfrica, veremos que reunirnos en casa con amigos y amigas para hablar de África e intentar buscar soluciones (aunque nos parezcan mínimas), nos llevará a un punto de partida en nuestras vidas que tal vez habíamos olvidado, y es que vinimos al mundo para "ser humanos", y saber que estamos asistiendo a un genocidio masivo por dejación no solamente nos aleja de nuestra condición de humanos, sino que nos asimila con la peor de las bestias.
Fuera de ironías con la cuestión "taper", lo cierto es que no sé si seremos capaces de reunirnos en nuestras casas para intentar gestionar, de una manera coherente, nuestra aportación a los que nos necesitan con urgencia vital, pero lo que no debemos olvidar es que cada dos segundos en el mundo se celebra una demostración de Tupperware para aprender a conservar mejor nuestros alimentos, y no parecen existir datos estadísticos de cada cuántos segundos se celebra una de Tapersex para aprender a disfrutar del sexo. Sin embargo sí sabemos que en África cada ¡¡tres segundos!! muere un niño, o un adulto, qué importa, y lo hace sin necesidad de haber comprado recipientes protectores de alimentos porque, de lo que ha muerto, es precisamente de la ausencia de éstos. Y mueren tantos porque, en la búsqueda de una mínima posibilidad de supervivencia de la estirpe de cada familia, no tienen más remedio que reproducirse indiscriminadamente, nada más lejos de los placeres sexuales.
Por lo que más quieras, empieza hoy mismo a organizar tus propias reuniones de TaperÁfrica, o como demonios le quieras llamar, pero haz algo, el Universo te contempla.
*Quiero aclarar que no tengo nada contra estas dos empresas ni he querido manifestar en este artículo una opinión desfavorable hacia ellas, de hecho de la primera soy cliente desde hace años y de la segunda estoy viendo cómo hacerme. Simplemente las he tomado de ejemplo porque su sistema de ventas resultaría enriquecedor si lo incluimos en nuestras vidas para promocionar la ayuda urgente a África.
jueves, 3 de diciembre de 2009
COMPRA UNA ESTRELLA, O LA LUNA
La compañía Global Star Registry, visible en la red en http://www.globalstarregistry.com (al final de la página web se encuentra un enlace en castellano), desarrolla un modelo de negocio de lo más original, se dedica a vender certificados en los que queda reflejado el nombre que el cliente ha querido poner a una determinada estrella. Es decir, esta empresa permite que, cuando miremos al cielo, sepamos que uno de esos puntitos luminosos que se aprecian en la inmensidad del Universo lleva nuestro nombre y ahora ha pasado a llamarse Estrella Paquita de la constelación Carlitos.
En su página web, en la sección de preguntas y respuestas, se puede leer textualmente: “¿Mi estrella será mía exclusivamente? Por completo. Los nombres de las estrellas serán archivados y registrados solo una vez. El nombre de la estrella se archivará en la Bóveda de Inscripciones y se anotará en un libro inscrito en las oficinas de la propiedad intelectual de los Estados Unidos de América”. Como es fácil deducir con la respuesta de la empresa, una vez tengamos el certificado podemos estar seguros de que, digan lo que digan los demás (como canta Raphael), esa estrella es nuestra y solo nuestra.
Sin embargo otra pregunta curiosa dice así: “¿Será utilizado por los astrónomos el nombre de mi estrella? No. Los científicos utilizan coordenadas astronómicas para identificar y ubicar las estrellas. No es posible poseer realmente un objeto estelar, pues nadie [o todo el mundo, según sea su punto de vista sobre el tema,] tiene derecho de propiedad sobre ellos. Las estrellas son, en esencia, enormes esferas de gas incandescente situadas a billones de kilómetros de nosotros, ¡así que el derecho de propiedad sobre ellas no resulta viable en ningún caso!”. Esta otra respuesta de la empresa nos deja definitivamente tocados, si es que nuestra verdadera intención era apropiarnos de una estrella por una módica cantidad de dinero, porque ya nos hacen ver que el que crea que compra una estrella es medio tonto.
Dependiendo del “Kit Estelar” la compra de una estrella nos puede costar entre 73 y 135 euros, pero si compramos “grandes cantidades” afirman que nos pueden hacer un buen descuento, con lo que si tenemos algunos ahorros hasta podemos llegar a sentirnos los amos del Universo.
Desde luego, no cabe ninguna duda de que la idea de “vender estrellas” es buena desde un punto de vista comercial, porque lo que nos plantea en realidad es que compremos algo que, cuanto menos, resulta curioso. Además, ¿cuántas veces uno ha comprado cosas por capricho que después no resultaron tener ninguna utilidad y ni tan siquiera nos gustaban? Seguro que nuestra casa, y nuestras vidas, están llenas de objetos curiosos pero inútiles, de momentos y acciones interesantes pero estériles, por lo que tampoco pasa nada del otro mundo (bueno, del otro mundo sí es porque se trata de estrellas) por comprar una estrella, o incluso el “Kit Estelar Par de Estrellas” por 135 euros, que incluye lo mismo que el “Kit Estelar” básico pero por duplicado.
Llegados a este punto algunos de vosotros podréis pensar que el que compra una estrella, cuando la propia empresa le advierte que “no resulta viable en ningún caso”, debe tener algún problema mental, por lo que será mejor que, los que creen tener los pies en la Tierra, decidan comprar algo más concreto, como por ejemplo una parcela en la Luna, o en Marte, o tal vez en Venus. Y así lo está haciendo desde hace tiempo con relativo éxito la empresa Agente Lunar, http://www.agentelunar.com , que nos ofrece la posibilidad de ser propietarios de nuestro propio trozo de Luna, con certificado de registro y todo, por una módica cantidad, tan módica como 33 euros de nada por el paquete básico, lo que nos da acceso a nada más y nada menos que a la propiedad de 1.000 metros cuadrados de suelo lunar. Si necesitamos más espacio, por un pequeño esfuerzo de 66 euros obtendremos la propiedad de 4.000metros cuadrados, además de 1 copia del autógrafo de Neil Armstrong (el primer humano en la luna), lo que hace más valiosa la compra dependiendo del valor que le queramos dar a las copias de autógrafos. Y si nos desmelenamos del todo y decidimos invertir a lo grande, por 99 euros, lo que cuesta el Paquete Lujo, seremos propietarios de una parcela lunar de 10.000metros cuadrados, nos darán también una copia del autógrafo del astronauta y, ni más ni menos, que un trozo de meteorito venido del espacio.
Naturalmente, como toda buena empresa que se precie, al menos de las que se dedican a vender la Luna, también nos ofrecen la posibilidad del paquete de lujo 3x2, con lo que por 198 euros conseguiremos tres porciones de terreno lunar por el precio de dos o, como la propia empresa sugiere, uno puede tener su parcela en la Luna y mandar a la suegra a Marte.
No debe ser tampoco mala cosa esta de vender parcelas fuera de la Tierra, incluso creo que yo mismo voy a montar una empresa que se dedique a vender humo por si pica alguien. Mientras tanto, mientras nos comemos el coco en decidir la próxima estupidez en que nos vamos a gastar el dinero, mucho más cerca que la Luna, o que Marte, o que Venus, y por supuesto mucho más cerca que las estrellas que desde ahora pueden llevar nuestro nombre, se encuentra el continente africano. Suelo decir a todo el mundo que África existe porque yo mismo la he visto, pero a veces es bastante difícil convencer a cualquiera de esa realidad, porque lo cierto es que preferimos seguir mirando a las estrellas y embobarnos con la majestuosidad de la Luna llena antes que darnos cuenta de lo que hay a nuestro lado y lo que podemos hacer al respecto.
Recuerdo que los medios de comunicación dieron bastante cobertura a todo esto de la compra de estrellas y parcelas lunares, y lo hacían de una manera simpática, como encantados de informar de una idea tan absurda como comercial. Pero no consigo recordar que, a continuación, nadie mencionara nuestra tremenda estupidez pseudo humana por darnos a semejantes acciones cuando, las mismas organizaciones que supuestamente sostienen los vendedores de estrellas, como por ejemplo Médicos sin Fronteras, nos dicen que con cantidades mucho más pequeñas de lo que cuesta el “Kit Básico” podríamos salvar no sé cuántas vidas.
Éste es el primer artículo de mi blog africano. No pretendo ser cordial ni caerle bien a nadie, más bien todo lo contrario, si como periodista ya se supone que soy un canalla, como periodista militante solidario aspiro a ser mucho más que eso, un mercenario de la comunicación al servicio de los que no tienen para comprar parcelas en la Luna, ni tan siquiera tienen fuerza para sostener su cabeza el tiempo suficiente como para contemplar las estrellas.
En su página web, en la sección de preguntas y respuestas, se puede leer textualmente: “¿Mi estrella será mía exclusivamente? Por completo. Los nombres de las estrellas serán archivados y registrados solo una vez. El nombre de la estrella se archivará en la Bóveda de Inscripciones y se anotará en un libro inscrito en las oficinas de la propiedad intelectual de los Estados Unidos de América”. Como es fácil deducir con la respuesta de la empresa, una vez tengamos el certificado podemos estar seguros de que, digan lo que digan los demás (como canta Raphael), esa estrella es nuestra y solo nuestra.
Sin embargo otra pregunta curiosa dice así: “¿Será utilizado por los astrónomos el nombre de mi estrella? No. Los científicos utilizan coordenadas astronómicas para identificar y ubicar las estrellas. No es posible poseer realmente un objeto estelar, pues nadie [o todo el mundo, según sea su punto de vista sobre el tema,] tiene derecho de propiedad sobre ellos. Las estrellas son, en esencia, enormes esferas de gas incandescente situadas a billones de kilómetros de nosotros, ¡así que el derecho de propiedad sobre ellas no resulta viable en ningún caso!”. Esta otra respuesta de la empresa nos deja definitivamente tocados, si es que nuestra verdadera intención era apropiarnos de una estrella por una módica cantidad de dinero, porque ya nos hacen ver que el que crea que compra una estrella es medio tonto.
Dependiendo del “Kit Estelar” la compra de una estrella nos puede costar entre 73 y 135 euros, pero si compramos “grandes cantidades” afirman que nos pueden hacer un buen descuento, con lo que si tenemos algunos ahorros hasta podemos llegar a sentirnos los amos del Universo.
Desde luego, no cabe ninguna duda de que la idea de “vender estrellas” es buena desde un punto de vista comercial, porque lo que nos plantea en realidad es que compremos algo que, cuanto menos, resulta curioso. Además, ¿cuántas veces uno ha comprado cosas por capricho que después no resultaron tener ninguna utilidad y ni tan siquiera nos gustaban? Seguro que nuestra casa, y nuestras vidas, están llenas de objetos curiosos pero inútiles, de momentos y acciones interesantes pero estériles, por lo que tampoco pasa nada del otro mundo (bueno, del otro mundo sí es porque se trata de estrellas) por comprar una estrella, o incluso el “Kit Estelar Par de Estrellas” por 135 euros, que incluye lo mismo que el “Kit Estelar” básico pero por duplicado.
Llegados a este punto algunos de vosotros podréis pensar que el que compra una estrella, cuando la propia empresa le advierte que “no resulta viable en ningún caso”, debe tener algún problema mental, por lo que será mejor que, los que creen tener los pies en la Tierra, decidan comprar algo más concreto, como por ejemplo una parcela en la Luna, o en Marte, o tal vez en Venus. Y así lo está haciendo desde hace tiempo con relativo éxito la empresa Agente Lunar, http://www.agentelunar.com , que nos ofrece la posibilidad de ser propietarios de nuestro propio trozo de Luna, con certificado de registro y todo, por una módica cantidad, tan módica como 33 euros de nada por el paquete básico, lo que nos da acceso a nada más y nada menos que a la propiedad de 1.000 metros cuadrados de suelo lunar. Si necesitamos más espacio, por un pequeño esfuerzo de 66 euros obtendremos la propiedad de 4.000metros cuadrados, además de 1 copia del autógrafo de Neil Armstrong (el primer humano en la luna), lo que hace más valiosa la compra dependiendo del valor que le queramos dar a las copias de autógrafos. Y si nos desmelenamos del todo y decidimos invertir a lo grande, por 99 euros, lo que cuesta el Paquete Lujo, seremos propietarios de una parcela lunar de 10.000metros cuadrados, nos darán también una copia del autógrafo del astronauta y, ni más ni menos, que un trozo de meteorito venido del espacio.
Naturalmente, como toda buena empresa que se precie, al menos de las que se dedican a vender la Luna, también nos ofrecen la posibilidad del paquete de lujo 3x2, con lo que por 198 euros conseguiremos tres porciones de terreno lunar por el precio de dos o, como la propia empresa sugiere, uno puede tener su parcela en la Luna y mandar a la suegra a Marte.
No debe ser tampoco mala cosa esta de vender parcelas fuera de la Tierra, incluso creo que yo mismo voy a montar una empresa que se dedique a vender humo por si pica alguien. Mientras tanto, mientras nos comemos el coco en decidir la próxima estupidez en que nos vamos a gastar el dinero, mucho más cerca que la Luna, o que Marte, o que Venus, y por supuesto mucho más cerca que las estrellas que desde ahora pueden llevar nuestro nombre, se encuentra el continente africano. Suelo decir a todo el mundo que África existe porque yo mismo la he visto, pero a veces es bastante difícil convencer a cualquiera de esa realidad, porque lo cierto es que preferimos seguir mirando a las estrellas y embobarnos con la majestuosidad de la Luna llena antes que darnos cuenta de lo que hay a nuestro lado y lo que podemos hacer al respecto.
Recuerdo que los medios de comunicación dieron bastante cobertura a todo esto de la compra de estrellas y parcelas lunares, y lo hacían de una manera simpática, como encantados de informar de una idea tan absurda como comercial. Pero no consigo recordar que, a continuación, nadie mencionara nuestra tremenda estupidez pseudo humana por darnos a semejantes acciones cuando, las mismas organizaciones que supuestamente sostienen los vendedores de estrellas, como por ejemplo Médicos sin Fronteras, nos dicen que con cantidades mucho más pequeñas de lo que cuesta el “Kit Básico” podríamos salvar no sé cuántas vidas.
Éste es el primer artículo de mi blog africano. No pretendo ser cordial ni caerle bien a nadie, más bien todo lo contrario, si como periodista ya se supone que soy un canalla, como periodista militante solidario aspiro a ser mucho más que eso, un mercenario de la comunicación al servicio de los que no tienen para comprar parcelas en la Luna, ni tan siquiera tienen fuerza para sostener su cabeza el tiempo suficiente como para contemplar las estrellas.
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