Hay una empresa que ha tenido una idea verdaderamente original y que está haciendo furor en la red, se llama El Test de la Muerte, (www.test-de-la-muerte.com) y su razón de ser es darnos una fecha aproximada del año de nuestra muerte tras hacer un sencillo test de 10 preguntas. Cuando haces el test puedes ver una lápida donde se escribe tu nombre y fecha de nacimiento, mientras que para tu supuesta fecha de defunción los números van corriendo sin parar hasta que no pagues, naturalmente, ya todos sabemos, por vía de película de vaqueros, que "la muerte tiene un precio".
Las preguntas no son difíciles y, como el propio nombre de la empresa indica, se responden tipo test marcando alguna de las casillas con algunas opciones de respuesta posibles. "¿Cuál es tu peso y altura? ¿Con qué frecuencia haces ejercicio? ¿Cómo calificas tu día a día en lo que a estrés se refiere? ¿Cuántas horas duermes habitualmente? ¿Con qué frecuencia haces controles médicos de salud? ¿Fumas? ¿Cuántas bebidas alcohólicas tomas por día? ¿Cuántos de tus familiares directos tienen o tuvieron enfermedades cardiacas? ¿Desayunas con regularidad? ¿Tú o alguien de tu familia ha sufrido de depresión?".
Con solo contestar a estas preguntas, y tras pagar con sms, podremos saber cuántos años nos quedan de vida y qué hemos de hacer al respecto, aunque para que nadie se llame a error, no sea que se gaste lo poco que le quede en una juerga romana y luego no se muera, la empresa responsable de la web comunica que: "Los resultados se calculan de acuerdo con un algoritmo aplicado a las respuestas del usuario y no constituyen una base científica". Esto me parece fenomenal que lo adviertan para evitar malos entendidos y mosqueos innecesarios.
Por otra parte, una empresa diferente, The Last Email (www.thelastemail.com), se anuncia como depositaria del último email que enviaremos una vez que ya estemos muertos, es decir, que si contratamos su servicio ellos guardarán nuestro último email (con fotos, música, vídeos o cualquier cosa virtual que se nos ocurra) y lo enviarán a las direcciones que hemos dado de antemano (por supuesto, porque si estamos muertos no les podemos dar nada).
En la sección "preguntas" de su web podemos leer: "¿Por qué debería subscribirme a este servicio?", a lo que ellos responden: "El Ultimo Email es el único servicio online y seguro que permite guardar sus "pensamientos" y "últimas palabras" para las personas que ama, sabiendo que serán enviados solamente después de su muerte. Es mucho más eficiente, práctico, personal y flexible que escribir una carta y dejarla con su abogado como parte de su testamento. El Ultimo Email le permite dejar un último email personalizado para aquellos que se quedan atrás...".
Más adelante la empresa nos recuerda que "Como todo servicio web, le permite que sus emails sean editados, alterados o eliminados a cualquier hora (24/7), desde cualquier parte del mundo, manteniendo su contenido totalmente actualizado. Todo lo que usted necesita es conectarse a Internet". Esto es muy importante porque, dependiendo de las copas que uno se ha podido tomar cuando está de viaje en cualquier lugar del mundo, simplemente accediendo a Internet nos garantizamos que, a nuestra muerte, los que se queden se van a enterar de lo que de verdad pensábamos de ellos.
Finalmente, la empresa añade: "El servicio de El Ultimo Email no substituye a su testamento. Es simplemente una manera de expresar sus sentimientos para sus seres queridos después de su marcha. Una pequeña cantidad es cobrada anualmente para poder garantizar la continuidad y calidad de nuestro servicio". Al contrario que la primera empresa que nos da la fecha de nuestra muerte y no le importa cuando sea porque ya les hemos pagado, esta otra procurará desearnos lo mejor porque, como es evidente, al cobrarnos por años les interesa que vivamos cuantos más mejor.
Cualquiera de estas dos ideas me parecen muy buenas, la primera porque incita nuestro morbo y la segunda porque ofrece un servicio verdaderamente novedoso cuya exclusiva hasta ahora sólo tenían los notarios, a los que también podemos dejar un sobre con nuestras voluntades póstumas que nada tengan que ver con el testamento.
Sin embargo, y ya que este blog trata de temas africanos, no deja de resultarme curioso que seamos capaces de gastarnos el dinero, poco o mucho, eso no importa, aunque sean nada más que unos céntimos, en dejar que una máquina nos calcule el año de nuestra muerte con la misma base científica que podría tener, por ejemplo, un mandril con un bolígrafo y un calendario en la mano. Seríamos capaces de hacer el "Test de la Muerte" para los miles de niños, niñas y adultos africanos que mueren cada día por inanición o por enfermedades de fácil curación? ¿Qué nos responderían si les preguntásemos las mismas cuestiones del Test? ¿Qué interés podría despertar en ellos semejante cuestionario cuando ya no recuerdan la última vez que se llevaron algo sólido, o líquido, a la boca? Tal vez en lo que sí estarían de acuerdo es en saber la fecha de su muerte, pero no el año, sino el día y la hora, porque vivir como viven muchos de ellos es igual que morir en vida, por lo que, si es que se ha de morir, mejor morir en muerte, que se sufre menos.
Lo que sí que creo necesitarían aquellos cuya vida pende de un hilo, son los servicios de la segunda empresa, la de El Último Email, porque si de lo que se trata es de dejar un mensaje para la posteridad nadie mejor que ellos para recordarnos, desde el otro mundo, que pudimos hacer algo para evitar su muerte y no quisimos, o los ignoramos, que es peor que no querer. Y sería éste un email que nos acompañaría el resto de nuestras vidas (si es que la máquina de la primera empresa nos permite que sea larga), y martillearía nuestras cabezas al mostrarnos nuestra verdadera cara, la de personas que creen estar por encima del bien y del mal, cargadas de exigencias sobre nuestros derechos adquiridos e impasibles ante tamaño y descomunal genocidio diario.
Yo prefiero que la muerte me sorprenda, lo veo como más interesante. Y también prefiero no tener nada que decir una vez muerto, si es que en vida no fui capaz de hacerme entender y conseguir remover las conciencias lo suficiente como para pasar a la acción.