Por Javier Bleda
El nombre del grupo británico The
Beatles hace ya mucho tiempo que pasó a formar parte de la historia de la música,
y con ellos la ciudad de Liverpool que los vio nacer. De entre sus componentes
hubo uno, John Lennon, que con el paso de los años destacó por su posicionamiento
claramente antimilitarista, reclamando constantemente una paz tan utópica como
imposible. Y tan imposible fue que resultó ser una bala de las que se usan para
matar personas, de esas balas contra las que él tanto luchaba, la que le quitó
la vida en una esquina cualquiera de un lugar cualquiera.
Cuando pronto se cumplirá el 33
aniversario de su asesinato, hay una pequeña noticia que ha dado la vuelta al
mundo en gran parte de los medios de comunicación, como si verdaderamente fuera
algo importante para la existencia de la Humanidad , o incluso para la memoria de John
Lennon: Una corbata que perteneció al cantante ha sido vendida por 5.000 dólares.
Al parecer, Joyce McWillians, la vendedora y una implacable seguidora del grupo
ya en sus comienzos, había recibido dicha corbata de las manos del propio Lennon
en 1962 tras un concierto en The Cavern.
Hasta aquí todo es normal, quien
tiene algo que pueda resultar valioso para otra persona está en todo su derecho
a venderlo y sacar provecho de ello. Pero el asunto no es cuestionar aquí el
libre comercio, sino intentar dilucidar cómo es posible que podamos pagar
verdaderas barbaridades por objetos meramente simbólicos y, sin embargo, nos
cueste tanto tener en mente la tremenda desgracia de millones de personas en África,
para muchas de las cuales el valor de venta de esa corbata habría significado
la diferencia entre la vida y la muerte.
Por supuesto que no es cuestión
de caer en tópicos ni demagogias al uso, ni tampoco procede criminalizar a
quien comercia, porque entonces todos seríamos criminales, pero la triste
realidad es que nos hemos acostumbrado a ver noticias de este tipo, e incluso con
cifras infinitamente mayores, tanto como también nos hemos acostumbrado a que,
cada cierto tiempo, los informativos dediquen unos minutos a las hambrunas
africanas. Las noticias de subastas o compra ventas exóticas llaman nuestra
atención por las cifras manejadas y por el valor intrínseco que alguien ha
debido ver en lo comprado para no dudar en ofrecer lo que haga falta, es como
que lo anormal en lo monetario despierta en nosotros una suerte de fantasía que
nos hace jugar con nuestros sueños, tal vez demasiado ligados al dinero.
Desde luego en África las
oportunidades de negocio son cada día más evidentes, y así lo están constatando
empresas y empresarios de todo el mundo, que no han tenido dudas en lanzarse a
la conquista del continente negro habida cuenta de que el presente de sus
negocios, en los continentes blancos, y en los amarillos, es todavía mucho más
negro. Ahora bien, que África sea tierra de provisión no quita para que en ella
existan millones de personas que no tienen necesidad de pensar en su futuro,
porque ser conscientes del presente ya es una carga difícil de llevar. Gente
para la cual mantener un hijo con vida día tras día es una misión imposible, y
para la que también es más que complicado verlos morir sin poder hacer
absolutamente nada por ellos, a veces ni tan siquiera darles el último sorbo de
agua.
Demagogia, pura demagogia, clamarían
muchos al querer hacerles ver lo que, sin poder ser, es. Y así, entre los que
clamasen en voz alta para no ver lo evidente, y los que sin levantar la voz, ni
tan siquiera la mirada, no clamasen pero asintiendo les dieran la razón por
omisión, llegaríamos a un punto de no retorno en el que una parte de la Humanidad ignora a la
otra. En ello estamos, en la ignorancia por dejación de los menos favorecidos,
de aquellos que han tenido la desgracia de nacer en las tierras más ricas del
planeta y, a pesar de ello, ser eminentemente pobres.
Que alguien venda por un puñado
de dólares una de las muchas corbatas que a buen seguro tuvo John Lennon no
tiene más importancia. Que el hecho de la venta de la corbata sea noticia de
alcance mundial sí la tiene. Y la tiene especialmente porque ayer murió Ibou,
hoy ha muerto Afia y Fowsia parece ser que apenas llegará a mañana, ninguno de
los tres, ni el niño ni las dos niñas, superan los dos años. A buen seguro, su
muerte, por causas que podrían haberse resuelto por el valor de una de las puntas
de la corbata vendida, no va a aparecer en ningún medio, ni siquiera tal vez se
enteren en su propio poblado porque los lugareños anden enterrando o llorando a
los suyos por causas similares.
John Lennon se posicionó contra
la guerra, pero no ha habido ninguna guerra, ni tan siquiera si unimos las que
han asolado los pueblos durante toda la historia humana, que se cobre tantas víctimas
como la guerra de la indiferencia. La próxima vez que sepa de una noticia
similar a la de la corbata, por favor, asómbrese por ella, es normal, pero no
olvide dedicar tres segundos a pensar en los que sufren, porque cada tres
segundos es la media de tiempo que muere un menor en África sin ni siquiera
haberse podido enterar del valor que muchos le damos a las corbatas.