África esconde misterios verdaderamente increíbles que nos harán repensar muchos de nuestros actuales esquemas vitales. Pero también esconde pobreza, dolor, llanto, desesperación y muerte. Para los que quieren descubrir esos misterios sin ignorar el sufrimiento es este blog.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Del hambre en África al caos de los sentimientos

Por Javier Bleda

Todos estamos acostumbrados a las noticias sobre los problemas alimentarios en África, y tanta es la costumbre que ya casi ni nos inmutamos cuando nos hablan de ello. Esto, que a simple vista no parece más que un simple reflejo provocado por la redundancia ocasional informativa sobre el tema, en realidad es algo que va mucho más allá, puesto que afecta a la capacidad comprensiva de nuestro ser humanos y revela implicaciones antropológicas que casan más con la supervivencia individual que con la protección de la propia especie.

Que una gran parte de los africanos pasen hambre de manera reiterada no parece ser problema de nadie, y que muchos de ellos mueran de pura inanición no mejora las tasas de interés por ello, más bien al contrario, parece que nos hace mirar para otro lado por lo desagradable del hecho. Queda más emotivo, por ejemplo, llorar a un muerto en atentado, o en un gran accidente, que hacerlo por los que lo hacen por goteo de manera constante.

Ahora bien, siendo cierto que aceptamos el hecho del hambre africano en lo cotidiano y lo damos por un problema lejano, no es menos cierto que existen vías insultantemente fáciles para aportar soluciones en estado práctico a las hambrunas, tanto a las que traen muerte inmediata como a las responsables de la malnutrición, causante de una muerte lejana a cámara lenta. Estas vías no son otras que promover la producción masiva de alimentos básicos en el continente negro para ir eliminando, de entrada, la necesidad de importarlos de países lejanos. Sin embargo, esto que parece tan sencillo, en la práctica se topa de bruces con políticas locales que premian la producción de biocombustibles donde debería crecer alimento. Se topa también con la manipulación de los precios internacionales de dichos alimentos básicos, lo que impide a las familias acceder a ellos en mínimas condiciones de supervivencia. Los fertilizantes para obtener mejores y más seguras cosechas adquieren igualmente precios abusivos a la hora de importarlos. Las ayudas de instituciones internacionales para el fomento y apoyo a la agricultura se pierden por el camino un año tras otro, y a pesar de ello se siguen entregando a los Gobiernos para su gestión. Los ríos de caudales increíbles que atraviesan África riegan simplemente sus riberas y por inundación, no existen políticas de regadío inteligente y aprovechamiento de los recursos hídricos que permitan hacer del riego una parte fundamental de la producción alimentaria, y de paso solucionar el problema de la sed, que no es menor que el alimentario. Por si fuera poco, los desastres naturales arrasan todo lo que se encuentran en el camino, aunque a un nivel infinitamente inferior al resultante de la unión entre corrupción, intereses creados e inutilidad manifiesta.

No seré yo el primero, ni tampoco el último, que piense que todo esto se debe a una cruenta conspiración para evitar el aumento incontrolado de la población y que, en lugar de repartir cultura como antídoto de urgencia, lo que se reparta es muerte en forma de manipulación de mercados y malas gestiones. Y si esto no es así, si nada raro se esconde tras la aceptación voluntaria y consciente del sufrimiento eterno de cientos de millones de personas, entonces, y solo entonces, es que los conceptos de la vida fallan de manera estrepitosa acercándonos peligrosamente a lo que podríamos llamar caos de los sentimientos.


África se encuentra en un evidente proceso de despegue a todos los niveles, hay millones de jóvenes bien preparados y una especie de clase media está surgiendo en todos los países que conforman el continente, incluso en los más pobres. Hay una parte de África que ya no es lo que era y en la que podemos fijarnos como estructura capaz de aportar enormes posibilidades de negocio. Pero otra parte de África, la que sufre los embates del hambre, permanece inamovible desde tiempo inmemorial y tiene todo el aspecto de seguir así hasta que una de las dos opciones posibles se apodere de la situación, esto es, que la manipulación de los mercados acabe con los que no se pueden permitir el lujo de jugar a la ruleta rusa por un puñado de arroz o, por otra parte, que dejemos de creer que no podemos hacer nada y entendamos que hay cosas que no se pueden dejar para otro día, o para otro año, porque tal vez dentro de un rato ya sea demasiado tarde.